Etiquetas

lunes, 3 de agosto de 2009

El Amor de los Hijos


Este año el viaje a mi querido Buenos Aires, tiene un color especial, mientras disfruto del sabor dulce de mis recuerdos de la infancia y adolescencia, mientras me reencuentro con viejos afectos, también trabajo. Es decir seguimos creciendo, cada día un paso más hacia adelante, hacia… Todos trabajamos, padres, hermanos, primos, familiares, amigos, todos somos unos y ... Tuve la oportunidad de vivenciar el inmenso amor que siente y vibra un hijo por su madre. Nuestros hijos son capaces de cualquier cosa, absolutamente de todo de..."Mamá yo lo hago por ti" "Antes que vos sufras lo hago yo". "Primero me enfermo yo que vos".
De pronto llegó Lorena con su pequeño hijo Felipe de 18 meses, entraron a la casa donde yo estaba, la anfitriona los recibió muy amablemente, los invitó a pasar y cerró la puerta, en ese instante vi como a Felipe se le cerraba el mundo, comenzó a llorar y gritar desesperadamente, apoyado en la puerta esperando que alguien la abriera y le permitiera salir, estaba en shock, sentí como se conectaba seguramente con una gran herida, tan dolorosa que no le permitía darse cuenta que su mamá estaba justo al lado de él, del mismo lado del gran muro que acababa de cerrarse. Como todo tiene un para qué, el camino sólo se recorre andando paso a paso. Por la noche tuve la oportunidad de estar nuevamente con Lorena y Felipe, mientras charlábamos sobre constelaciones familiares, sentí que la puerta de su alma se abría, que a pesar del miedo y la resistencia que la abordaba, algo más grande que nosotros nos hacía saber que ya estaba lista para dar un paso más. Hablamos de ciertos puntos de la historia familiar de Lorena, que no es lo que deseo reflejar aquí. Su hijo Felipe llegó al mundo después de varias horas de trabajo de parto y con una cesárea como puerta a la vida. En un momento pudo reconocer que ella misma tenía sufrimientos de la infancia no resueltos que no le permitían acceder como ella deseaba al maravilloso y difícil papel de ser mamá. Comenzó a quebrarse durante el trabajo que realizábamos, era mucho para ella, quedarse en el dolor en ese momento le era más fácil, con el miedo a sufrir o recordar alguna vieja herida dolorosa, prefería quedarse allí, sin poder continuar, tanto, que cuando yo le preguntaba -¿Querés que te ayude? contestaba un simple NO, con los ojos lejanos y llenos de lágrimas que recorrían una hermosa cara que lucía en paz, sentí que ella creía que quedándose en ese lugar seguramente así pasaría el dolor. Claro que pasa, pero luego regresa y regresa, en realidad debemos contactarnos con las heridas, reconocerlas, trabajarlas hasta llenarlas con amor.
Varias veces le pregunté: - ¿Querés que te ayude? y la respuesta fue siempre NO. En ese mismo momento su pequeño hijo que andaba por allí percibió que su mamá estaba mal, estaba sufriendo, y sin que nadie lo llame llegó queriendo que Lorena lo alzara, cuando le pedí a su mamá que no lo abrazara en ese momento, ya que ella misma era la que necesitaba un verdadero abrazo, tal vez más que su bebé, lo sentó de espaldas a ella sobre su regazo y el pequeño me miraba, comencé a trabajar con el niño, ya que su mamá estaba centrada en su propio dolor y en ese momento no podía ocuparse de su hijo. Cada vez que yo le recordaba que él era el pequeño y su mamá la grande, con un movimiento de cabeza lento y su mirada profunda, llena de sabiduría, la movía para expresar que No. Cuando le hice saber que su mamá podía con su propio dolor, que ella era la fuerte, Felipe nuevamente respondió No y acarició la mano de su mamá con tanto amor, como quien dice: “Tranqui mami ya va a pasar, yo estoy acá cuidándote”, después de eso se bajó y se fue. Seguí trabajando con Lorena y le pregunté:
- ¿Cuándo viste a Felipe gritar y llorar desesperadamente?.
Como todos sabemos el dolor queda guardado tan profundo que a veces no lo podemos ni mirar, cuanto menos sacar a la luz. Respondió que no recordaba, no sabía, su mente ya había olvidado el hecho acontecido por la tarde. Recordar es recrear el dolor por lo tanto a veces es preferible hacer como el avestruz, pero como esta terapia trata de contactar con los sentimientos dolorosos seguimos adelante. Cuando finalmente tomó conciencia de lo sucedido con su hijo esa misma tarde, y sentir que seguramente así se sentía el pequeño cuando debía quedarse solo en la guardería, cuando pudo reconocer el dolor de su hijo y el suyo propio, volvió a quebrarse en llantos y sin mucha espera ya teníamos Felipe allí nuevamente sobre sus brazos.
En esta oportunidad en una actitud diferente, cuando yo hablaba y le preguntaba si estaba enojado, ahora él contestaba levantando los ojos, con actitud desafiante, estoy segura que si hubiese podido hablar, habría dicho, “Ya basta, dejá tranquila a mi mamá, no la hagas sufrir, no importa dejalo así, yo puedo con todo esto”. Lo que el pequeño Felipe no sabe es que: en principio él es un bebé que realmente necesita de su madre y de su padre, de sus cuidados, del amor incondicional para formar su propia personalidad, sentirse seguro y amado, él es el pequeño y que los padres somos los grandes, que se supone que tenemos que poder con todo esto, tal vez cuando estemos listos y podamos reconocer un poco nuestro propio dolor.

Después de unos minutos de demostrarme con su cara que yo estaba perturbando a su mamá se apoyo en el pecho de ella como protegiéndolo, cuidándola.

- Tu mamá no necesita que vos la cuides. Seguí trabajando con el pequeño, lo ayudé a contactarse con sus sentimientos, le dije que yo creía que é se sentía abandonado cada día cuando lo dejaban en el jardín. (Causalmente al día siguiente recomenzaba el cole después de un mes de vacaciones, seguramente mañana sería un día difícil, para é). Le ofrecí que dejara a su mamá y se fuera en brazos de su papá que estaba allí, presenciando todo lo que estaba sucediendo, medio integrado a la situación, y medio asustado ante lo que él mismo sentía y veía. Por supuesto Felipe contestó nuevamente con su cabeza que No, agregándole un precioso canto gutural como si se estuviera arrullando, pero sentado firmemente sobre el regazo de su madre, el bebé lloraba su dolor a través de su canción, se consolaba y al mismo tiempo se mostraba desafiante y seguro, su única Misión: Proteger a Mamá.
Como si esto no fuera suficiente, comenzó a hablarme en su propio idioma, con mucha calma y tranquilidad, nadie entendía que decía, pero para los que estábamos allí seguramente estaba contándonos lo que sentía. Cuando terminó, se soltó de los tiernos pero tristes brazos de su madre, bajó y finalmente comenzó poco a poco a llorar, reconociendo su propio dolor, gritando por más de media hora, pero ahora contenido y abrazado con amor por su Madre.
Ahora las cosas estaban un poco más en orden. Al día siguiente, me dijeron que él durmió muy bien, pero que Lorena no. A lo que respondí con mi célebre frase. “¡Qué bien!... Si está afuera, es porque dejó de estar adentro, entonces dejó de lastimar, ¡Cuánto me alegro!” . Y así logramos que entre llantos y risas, hagamos un pequeño reconocimiento a nuestro dolor. Sea lo que sea que sucedió esa noche, sé que generaron nuevos pasos. Todos tenemos la obligación de movernos aunque duela, y también la obligación de detenernos cuando sea mucho para nosotros.

Resultados:
El día lunes cuando Felipe reinició el jardín de infantes, lloró mucho menos, el miércoles las maestras estaban asombradas y lo felicitaron porque ahora se quedaba con gusto y le hicieron saber a sus padres el cambio que se veía en tan poco tiempo. Esto dejó mucho más tranquilos a sus padres, a las maestras y principalmente a Felipe.

Que la vida no nos sorprenda dormidos”
Adriana Fresta de Venutolo

No hay comentarios: