Yo soy madre de dos adolescente de 17 y 15 años, estoy muy orgullosa de ellos, son nuestro mayor regalo y el más grande tesoro. Gracias a ellos estoy en constante búsqueda, como mamá y también como profesional. Ser padres es la mayor responsabilidad, pero ser madre, es muchísimo más, por el sólo hecho que nuestros hijos se forman dentro de nosotras, dependen totalmente de su madre para sobrevivir, se crea una simbiosis entre ambos, por eso necesitan continuar vinculados a nosotras hasta los 2 ó 3 años, de esa manera poco a poco van dándose cuenta que ellos mismos son unas personitas independientes y que no son una apéndice de su mamá como ellos creen. Después de está etapa pueden comenzar a formar su propia personalidad.
Nuestros hijos son nosotros mismos, una continuidad de algo que empezó hace muchos siglos atrás a través de nuestros ancestros y gracias a ellos nosotros estamos aquí. Llevan nuestros genes, de la memoria celular toman información que tal vez sea desconocida aún para nosotros. Todas las personas nacemos como si tuviéramos miles de parabólicas, que nos permite: percibir, sentir, oír y ver cosas increíbles, lo percibimos todo, es inútil mentir, ocultar, algo más grande dentro de nosotros siempre sabe la verdad. Nadie nos enseña a confiar en nuestra propia percepción, en nuestros sentimientos, nadie nos da herramientas para tener mayor seguridad para manejar nuestros pensamientos, nuestras emociones, al contrario, nos llenan de… “eso no se hace, no se dice, no inventes, no seas mentiroso, no llores, no sufras, no es para tanto, porque cuando yo era pequeñita… y así no nos permiten experimentar”.
Poco a poco nos vamos convirtiendo en adultos que creemos que es mejor desconectarnos de esas antenas, y le gritamos al mundo ya no quiero saber, algunos se desconectan tanto que en el anochecer de la vida ya no quiere ni siquiera recordar quienes son. En cambio hay muchas personas que de adultos reconocemos la importancia de recuperar esa maleta llena de cosas vitales para nuestro crecimiento y responsablemente comenzamos a buscar liberarnos de tanto lastre y comenzamos a sentirnos un poco más libres, más felices y sólo así podemos hacer algo por nosotros mismos, por nuestros hijos y familiares y finalmente por la sociedad.
Ninguna persona cambia simplemente por que yo desee que cambie, comienzo a ocuparme en cambiar yo y asombrosamente veré cambios en los otros.
En mis talleres me encanta ver la cara de los participantes después de contarles esta historia, primero aparecen facciones de terror en muchos de ellos, a otros se les lee “No puede ser, ¿qué dice?” pero más fascinante es ver como se les ilumina la cara a todos cuando el relato llega al alma.
“Supongamos que mi mamá es el agua clara, cristalina y pura que yo coloco en esta hermosa jarra de cristal de Bacará y luego algún alquimista coloca un poco de polvo mágico muy bien conservado, que sería mi papá, lleno de otras tantas cualidades, entonces alguien llamado Dios usa todo su amor para mezclarlos, más la intensión de los padres para entre mezclarse con intenso y más puro amor. Ahora si observo nuevamente esta hermosa jarra ya no puedo distinguir el agua del polvo, ahora puedo ver solamente un zumo delicioso listo para beber. Este zumo delicioso ahora soy yo, tú y tú.
Uno con gusto a fresa, otro de vainilla, de limón, de parchita, o de lo que sea, lo que nos toque vivir, pero somos todos esencialmente iguales …” Por lo tanto criticar, odiar, no respetar o negar al agua o al polvo inicial, es lo mismo que negar a nuestros padres y de ese modo nos estamos negando a nosotros mismos, por esa razón debemos principalmente trabajar en sanar la relación con nuestros padres, allí está el auténtico secreto, la sanación de todo y los verdaderos cambios. En todos estoy años de trabajo con niños y adolescentes he tenido la oportunidad de conocer a muchísimos padres, al principio todos tenemos la idea de que el problema lo tiene sólo el hijo, y a veces los padres en un intento de esconder su propio dolor, prefieren pensar que los hijos son los que desestabilizan la relación de pareja, pero eso no es así jamás.
Nos dificulta mucho hacernos cargos de que somos responsables de la vida de nuestros hijos. Hacernos cargo significa reconocer lo que es y asumir las consecuencias de nuestros actos, no quiere decir que debo sentirme culpable, la culpa jamás ayuda, sólo es un sentimiento bien fuerte que si nos permitimos sentirlo y lo sabemos manejar nos ayudará a realizar los grandes cambios y por supuesto habrá personas que simplemente los ayudará a sentirse cada vez más villanos o más víctimas, recuerden que sufrir siempre es lo más fácil. Generalmente no podemos relacionarnos con nuestros hijos como verdaderos padres, porque aún continuamos siendo niños en cuerpo de adultos, con grandes necesidades, buscando a nuestros propios padres en cada persona que se nos acerca. Reconocer esto es el primer paso para iniciar el cambio, que no es fácil, es arduo, se necesita de constancia, de fuerza, de asentir, de enfrentarnos a la realidad por más dolorosa que sea, pero sólo la verdad nos hace libres.
Algunos padres dejan a sus pequeños hijos en nuestras consultas, con la fantasía de que nosotros podemos cambiarles la vida en un par de horas, días o meses, parecería que dicen “Lo traigo acá, para que TÚ en esta una, dos, o mil veces hagas algo con él, para que deje de… mientras nosotros continuamos… “Sea lo que sea, será tener metida la cabeza en la tierra como el avestruz, eso no es malo, a veces es sabio, pero lo malo es pasarnos mucho tiempo sin sacar la cabeza para ver y no hacernos cargo de nuestra vida. Cuando los padres entendemos que los cambios se realizan a partir de nuestros propios avances, automáticamente nuestros hijos modifican algunas de sus conductas, violencia, enuresis, encopresis, déficit de atención, celos, miedos, asma, fiebre, inseguridad, etc. Nosotros somos los coautores y los únicos protagonistas de nuestra propia vida, entender eso hará la diferencia, se los aseguro.
Muy tarde comprendí que nuestros padres lo hicieron lo mejor que pudieron, no existía otra forma, de acuerdo a su historia familiar y a lo que su amor hacia su propia familia les indicó hacer, y lo más increíble es que nosotros como hijos lo hacemos igual, sólo podemos realizar algunos cambios si logramos reconocer nuestra propia identidad, de lo contrario nuestros hijos deberán hacer las cosas de igual modo en fidelidad al sistema familiar. Sólo el asentir a lo que fue y el verdadero amor, permite que modifiquemos conductas que estaban afianzadas en nosotros, que nos atascas y también tienen influencias sobre nuestros hijos.
Observación:
Estando en mi consulta un papá dijo: "Yo soy capaz de cualquier cosa por mi hija". Más tarde le dije Pedro el sábado tengo un taller que estoy segura te va a ayudar mucho a ti y a tu hija, automáticamente respondió:
– No puedo ir, tengo un partido de fútbol de mi hijo menor.
Estoy seguro que ustedes ya están opinando sobre esta respuesta, pero cuantas veces nosotros mismos actuamos así, escabullendo las responsabilidades, sencillamente porque no podemos, algo más grande nos paraliza.
Su hija al quedar a solas conmigo inmediatamente dijo:
- Mi hermano y el fútbol son más importante que yo, (con el agravante que son hijos de diferentes madres).
En realidad para asistir a un taller de este tipo, se necesita estar preparado, no basta con querer ir desde la mente, desde... es bueno para mí, etc.
Si Pedro hubiese podido responder, -“lo siento no estoy preparado”, estoy segura que su pequeña hija se sentiría mucho mejor.
A nosotros los adultos también nos pasa a veces que no sabemos como seguir el camino.
Dios bendiga a todos nosotros padres y madres, en esta tan difícil pero feliz tarea de concebir hijos, la posibilidad de ocuparnos y cuidar de ellos, de la manera más sabia.
La forma de honrar este compromiso es dar todos los días un paso hacia adelante, para tratar de hacerlo un poco mejor. También saber que de la forma en que lo hemos hecho fue la única manera en que pudimos hacerlo, y hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos.
No nos ayudará esperar que mis padres se parezcan a... o sean como… sólo nos ayudará reconocerlos tal y como son, con lo que cada uno de nosotros considera sus defectos y sus virtudes. Finalmente comprendí un mandamiento que dice:
“Honrarás padre y madre”. Honrarlos por el sólo hecho que decidieron hacernos el regalo de la vida.
“Padre es el que cría no el que concibe” entendí que esto no es así porque jamás nadie debe negar la esencia de su padre o madre por que nosotros somos de esa misma naturaleza. Se es padre y madre por el sólo hecho de engendrar, por el don de crear vida. Lo otro es filosófico, si tuvimos o no buenos padres, si nos abandonaron, si nos reconocieron o alimentaron, eso es otra historia.
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A ti papá, a ti mamá, muchas gracias, estoy muy feliz de ser tu hija y orgullosa de ser como soy, esto sólo fue posible por todo el camino y aprendizaje que he tenido que pasar, por todo... lo bueno y lo malo, que ahora después de 50 años no estoy muy segura que fue lo bueno y que lo malo, sólo sé que fue.
Adriana Fresta de Venutolo
Adriana Fresta de Venutolo
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