Cosechar los frutos es un largo obrar y fatigoso, los que son proporcionales al compromiso y a la tarea realizada.
Año tras año silenciosamente, remoto y recogido en su actividad secreta, el árbol crece, extendiendo sus ramas y su cerco de sombra se hace más vasto y profundo. Así ocurre con la vida interior, el carácter, la inteligencia. Del mismo modo sucede con las situaciones verdaderamente importantes de la vida, con los días transcurridos en el tiempo justo.
No se puede apresurar los tiempos, no debemos acelerar jamás el curso de los acontecimientos, porque alteraríamos los resultados finales.
El árbol es el símbolo de la vida, que evoluciona, que asciende hacia lo más alto y evoca todos los símbolos de la verticalidad; con su ciclo de despojarse y cubrirse de hojas representa el carácter de la evolución: Muerte y regeneración.
El árbol pone en comunicación a los tres niveles del cosmos: El subterráneo, por las raíces que indagan en la profundidad en la que se entierran; la superficie de la tierra, por el tronco y las primeras ramas que suelen rozar la hierba; las altura, por las ramas superiores y la copa erguida atraída por el cielo.
El árbol es la imagen del tiempo, de la evolución, del crecimiento interior, del extenderse de las obras, en las metas logradas.
El tiempo ayuda, la constancia sostiene. Habrá que sobrellevar con todas nuestras fuerzas las desilusiones, la derrota amarga, los pensamientos desesperados, de lo contrario, lograrán vencernos.
Si se pierde algo o alguien se aleja para siempre, se trata de sufrimientos inevitables pues están ligados a los días del hombre.
Debemos mantenernos serenos porque sólo la confianza en nosotros, en los demás, en las cosas, en los acontecimientos. Dios dará la medida del éxito.
Ninguna inquietud, ninguna incertidumbre, ni siquiera un volver la vista atrás para cotejar, experiencias pasadas, rencores lejanos, temores de otros días; sólo hemos de seguir adelante, para cubrir el mayor camino posible.
Hemos de mantenernos firmes y constantes, como los fenómenos del cielo porque, al igual que ellos, nuestras acciones forman parte del equilibrio del pequeño universo humano, y el vasto universo que comprende Dios, el Cielo y la Tierra.
La vida se divide en ritmos alternados y cuando se toca fondo, encontramos el punto de apoyo que nos permite impulsarnos hacia la ascensión.
La presencia de personas vinculadas a nuestra vida constituye un apoyo en el que debemos confiar, aunque a menudo se trate de una riqueza que no apreciemos.
La persona mediocre se preocupa de las apariencias, no sabe ir más allá del detalle, lo trillado se convierte para ella en universal, en eterno.
El espíritu superior, en cambio estudia las mutaciones de los hechos, incluso la de los menos importantes, porque los considera parte de un todo. Sin duda, encontrar las guías adecuadas no es tarea de un día; resulta difícil tomar ciertas decisiones después de tantas dudas y tantas desilusiones, cuesta mucho tener una visión clara de los problemas para poder resolverlos. Se trata unas páginas de un dialogo humano, de vividas realidades, simples pero actuales para todos, dado que cada uno tiene un patrón propio de los valores, y con un poco de sabiduría puede siempre decidir su vida.
Estamos a punto de alcanzar la meta, la evolución, lenta pero precisa como la de los árboles que manifiestan progresivamente su tensión hacia lo alto, ve un resultado concreto o, al menos, el inicio de nuevas esperanzas, la llegada de hechos esperados, El continuar con paciencia en este tiempo afortunado, significa construir sobre bases sólidas, y los primeros acontecimientos positivos evidenciaran la fundamental importancia de contar con principios firmes y radicados en la experiencia.
El futuro vendrá a nuestro encuentro por sí solo, sin que lo pidamos, sin urgencias, extendido en el tiempo que le pertenece, como el agua tranquila de un lago, un futuro que ha comenzado ya y que, como la primavera florece en distintos meses según las latitudes.
Saverio Zucato
Discurso del padrino de la promoción de bachilleres de XLIX y IX
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